28 de abril de 2020
El liderazgo puede definirse como la capacidad de “lograr que otros hagan” convencidos por los valores, visión y objetivos que el líder o la líder es capaz de inspirar. Existen distintos estilos de liderazgo y algunos son moralmente reprobables cuando se basan en el engaño y/o en la manipulación de los sentimientos y los instintos más primitivos de las personas.
Afortunadamente, no todo liderazgo es así. Cabe también convencer y dirigir con empatía e inteligencia emocional a la vez que con racionalidad y pedagogía, empoderando a los individuos para que crezcan en recursos, autonomía y capacidad de cooperación. Ese es un estilo al que denomino liderazgo facilitador y es el que considero más oportuno en estos tiempos de pandemia.
Es evidente que uno de los desafíos más grandes que se nos presentan en las actuales circunstancias es conseguir que el conjunto de la población adoptemos valores, actitudes y pautas de conducta que prevengan el contagio del coronavirus y consigan amortiguar sus consecuencias en los planos sanitario, económico, social y medioambiental.
Conviene entonces que el liderazgo facilitador esté ampliamente distribuido en la sociedad y sea ejercido por muchas personas capaces de ejercerlo en todos los ámbitos: en la política, la economía, la sanidad, la educación, el ocio y la cultura, el deporte, en el seno de la familia, el barrio, la localidad y los territorios en sus distintos niveles de organización.
La sociedad no necesita simplemente líderes, sino redes de liderazgo capaces de articular nuestra convivencia en un cierto sentido o dirección.
En mi opinión, el liderazgo facilitador debe contribuir al desempeño colectivo de cuatro funciones básicas:
- Facilitar información suficiente y de calidad al entorno, aplicando un modelo de comunicación dialógico no simplemente unidireccional.
- Facilitar las relaciones y la construcción de vínculos de cooperación entre las personas, de manera inclusiva, acogiendo la diversidad y el pluralismo.
- Facilitar la organización y coordinación de las acciones y proyectos, de manera eficaz para lograr objetivos y eficiente en el uso de los recursos.
- Facilitar la prevención de los conflictos y su gestión temprana a través del diálogo, la mediación y/o la negociación con espíritu colaborativo.
Como se puede deducir fácilmente, el liderazgo facilitador necesita apoyarse en una intensa actividad comunicativa, de manera organizada, contando con la participación de las personas, trabajando en equipo y empleando las tecnologías con inteligencia.
Ante el escenario inminente de un primer intento de desescalada del periodo de confinamiento potenciar este tipo de liderazgo me parece crucial para sostener ese proceso a medio y largo plazo, evitando nuevos rebrotes. También es fundamental para afrontar las graves consecuencias económicas y sociales que está provocando.
Pero, sobre todo, es un tipo de liderazgo acorde a la evolución de la sociedad que muchos deseamos.
Esta entrada también puede leerse en El blog de F. Javier Malagón
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