04 de mayo de 2020
La regeneración de las áreas rurales es urgente para afrontar los desafíos climáticos, económicos y sociales del siglo XXI. La pandemia y la crisis provocada por el Covid-19 han puesto sobre la mesa los riesgos y los límites de un modelo de desarrollo que privilegia la concentración urbana; por contra, ha destacado las ventajas, relativas por supuesto, de los pueblos y las pequeñas ciudades del campo.
La puesta en valor del mundo rural es una oportunidad desde múltiples puntos de vista. Sin embargo, conviene aprovecharla con inteligencia pues se pueden trasladar al campo modelos de desarrollo que ya han demostrado sus efectos negativos en las ciudades, generando contaminación, burbujas especulativas, bolsas de pobreza y exclusión social y/o una desmedida turistificación, entre otros males.
En consecuencia, es importante dar mayor relieve a los estudios y debates que desde hace tiempo reflexionan sobre cómo abordar la regeneración de pueblos y ciudades rurales sobre la base de una nueva ruralidad que genere prosperidad económica, siendo al mismo tiempo democrática, inclusiva y sostenible en línea con el modelo social europeo y nuestra propia Constitución.
A corto y medio plazo no son pocos los que ven en el turismo interior una oportunidad para levantar las economías rurales. Efectivamente, es una corriente que se debe aprovechar y apoyar. Al mismo tiempo, hay que potenciar otras actividades que contribuyan a la diversificación de estas economías para realmente fortalecer a estos territorios y beneficiar al conjunto del país... y del planeta.
El turismo es una oportunidad, sin duda, como también lo son las energías renovables, las explotaciones agrícolas y ganaderas no intensivas, la implantación de industrias transformadoras más próximas a las fuentes de materias primas, el comercio local, la recuperación arquitectónica, nuevos servicios basados en una economía de los cuidados, la cultura, el teletrabajo y todo tipo de actividades online que puedan realizarse desde las zonas rurales gracias a buenas coberturas telefónicas, el acceso a una Internet rápida y robusta y medios de transporte eficaces y accesibles.
Para todo esto, dadas las nuevas condiciones que ha generado la pandemia, es necesario impulsar una renovada planificación estratégica integral de los territorios que potencie la colaboración público-privada, que articule de manera coherente políticas públicas y dinámicas de mercado y que, con especial sensibilidad, de voz a la ciudadanía para tener en cuenta y conciliar del mejor modo posible diversas perspectivas, necesidades y propuestas.
Esta entrada puede leerse también en El blog de F. Javier Malagón
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