Soñar el mundo rural

02 de mayo de 2020

La crisis económica y social provocada por la pandemia de Covid-19 está suscitando expectativas en el mundo rural. Es probable que, cuando la movilidad tienda a normalizarse, muchas personas se trasladen de forma temporal o permanente a pueblos y pequeñas ciudades que hasta hoy se encontraban amenazadas de despoblación.

Esa movilidad hacia el mundo rural adoptará distintas formas: una parte importante se expresará en forma de turismo, otra modalidad consistirá en la adquisición de segundas residencias, también habrá quien se traslade a vivir de forma permanente a estas localidades y no olvidemos a los trabajadores temporeros en las labores del campo.

Más allá de algún pico a corto plazo, no creo que esta modalidad suponga un cambio radical e inmediato en la situación de los pueblos. Pero sí puede generar una tendencia significativa a medio plazo, que se vaya desarrollando a lo largo de la próxima década. Por eso, es importante imaginar hacia qué nueva ruralidad nos gustaría avanzar.

La recuperación del campo y de las poblaciones pequeñas ofrece muchas oportunidades para innovar en la economía, en las relaciones sociales y en los estilos de vida, orientándonos hacia un modelo de sociedad más "verde", inclusivo y sostenible. Pero esto es una posibilidad; hay otras, como también las hubo en el pasado.

No todas las áreas rurales son equivalentes. Algunas pueden convertirse en oportunidades para la especulación urbanística y la financiarización de la economía. O para la concentración agraria y la explotación intensiva en manos de grandes corporaciones "sin alma local". Otras pueden ser zonas de exclusión, sin más.

De ahí que una tarea urgente consista en soñar entre muchos el futuro de los pueblos y de las ciudades rurales, construyendo una visión compartida y dinámica de las metas a alcanzar a lo largo de la próxima década, no sólo en el plano económico sino también a nivel a nivel demográfico, social, cultural, medioambiental y democrático.

F. Javier Malagón

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