09 de abril de 2020
Cada día, desde que estalló la crisis provocada por el COVID-19, comprobamos la enorme altura moral y el esfuerzo ímprobo desplegado por los profesionales sanitarios. Con ellos, otros profesionales dan ejemplo de resistencia, entrega y responsabilidad: policías y militares, bedeles, personal de limpieza, de supermercados y establecimientos de alimentación, repartidores a domicilio, taxistas, conductores de autobús, empresarios, docentes...
Las imágenes y testimonios que nos llegan a través de los medios de comunicación, y la experiencia directa con muchas de estas personas, invitan a reflexionar acerca de qué es ser un buen profesional. Desde luego, en parte supone conocer tu oficio y desempeñarlo de manera eficaz y eficiente. Pero también implica desempeñarlo con valores de servicio, sacrificando incluso tus intereses inmediatos por los demás.
Todo se puede hacer mejor, si contamos con los medios adecuados. Pero no contar con ellos no puede ser excusa para no dar lo mejor de ti mismo en circunstancias en las que muchas vidas y la convivencia misma están en juego. En adelante va a ser muy necesario acordarse de esto, porque superar esta crisis nos va a exigir a todos -políticos, empresarios, trabajadores, ciudadanía en general- mucha generosidad y altura de miras.
Difícilmente se podrá hacer sin un espíritu de concertación democrática basado en la empatía, el apoyo mutuo y la justicia redistributiva.
Esta entrada también puede leerse en El blog de F. Javier Malagón
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