Correr y saltar en el pensamiento estratégico

25 de noviembre de 2019

Uno de los desafíos más importantes para las organizaciones es seguir el ritmo de los cambios sociales y de la innovación. Muchas administraciones públicas, empresas, universidades, ONG... afrontan el reto del cambio de una de estas dos maneras, o mediante una combinación de ambas: 1) hay organizaciones que "corren" detrás de los cambios y 2) hay organizaciones que "saltan" y se colocan por delante de ellos ¿Qué significa esto?

Hoy, por ejemplo, están en pleno despliegue el Big data, la Inteligencia Artificial y la robotización y en apenas dos o tres años la implantación de la tecnología 5G permitirá el estallido del Internet de las Cosas (IoT) arrastrando consigo muchas otras innovaciones. Organismos públicos y privados de diverso tipo se dan cuenta de que tienen que subirse a ese tren y comienzan a correr detrás de él. Se trata de reunir información, formar gente, contratar consultoras, comprar tecnología y servicios, incorporar nuevos perfiles profesionales..., todo ello rápidamente.

Sin embargo, a menudo, aunque se intente correr mucho esa rapidez no es suficiente para seguir el ritmo de los acontecimientos y, pese a los esfuerzos la brecha se agranda. Por otra parte, como los cambios son profundos y tienen efectos complejos sobre las organizaciones, éstas se tensionan y conflictúan porque no se han tenido en cuenta los tiempos, el diálogo y los acuerdos que requiere la adaptación. Crece, en consecuencia, el riesgo de que se produzcan disfunciones importantes a lo largo de un proceso de transición incierto y estresante.

Siendo realistas, la envergadura y multidimensionalidad del cambio social en nuestra época es tal que ninguna organización se libra de tener que correr para evitar "perder el tren", si bien, además de correr hay organizaciones que "saltan", lo cual quiere decir que piensan y actúan teniendo en cuenta tempranamente tendencias y escenarios de futuro probables que les van a afectar.

Así, por ejemplo, habrá entidades -posiblemente grandes empresas, organismos de Seguridad del Estado y Defensa, laboratorios de innovación en algunas universidades...- que ya estarán pensando dónde estaremos tecnológicamente dentro de diez años, en el 2030; y seguramente tengan en cuenta desde ahora el impacto que para entonces tendrá el desarrollo de la computación cuántica y sus distintas aplicaciones.

En el campo de la tecnología "saltar" implica ocuparse ahora de desarrollos que aún no están maduros y/o tardarán algún tiempo en incorporarse a los mercados convirtiéndose así en innovaciones. En definitiva, se trata de "coger el tren" antes de que salga o cuando aún va despacito, buscando la mejor manera de posicionarse en su cadena de valor.

Esta manera de pensar no solo es aplicable a los cambios tecnológicos. Desde una administración pública convendría no perder de vista los escenarios que tendremos a lo largo de la próxima década y su impacto en el empleo, los niveles de rentas, las jubilaciones, etc.; con el fin de poner en práctica cuanto antes políticas que permitan aprovechar oportunidades, pero también amortiguar el impacto de las amenazas que traen consigo los grandes cambios que se avecinan.

Las empresas, además, convendría que tuvieran en cuenta los cambios sociológicos y culturales que acontecerán en los próximos años para ajustar sus estrategias pensando en qué tipo de clientes tendrán dentro de cinco o diez años y cuales serán sus características, estilos de vida, necesidades y demandas. Porque, para todas las organizaciones, y en particular para las empresas, mucho más importante que la tecnología es poner en el centro de tu estrategia a las personas (ciudadanos, usuarios clientes...), a los de ahora y a los del futuro.

Países como Alemania llevan años trabajando sobre los escenarios de robotización que en breve veremos expandirse a enorme velocidad. Hacerlo les ha permitido ir adaptando puestos de trabajo, formación, modelos de negocio, etc. a los cambios..., crecer y crear empleo. Esta previsión ofrece una mayor capacidad de gestión social y ventajas competitivas respecto a otros países que llegan tarde y se limitan a "correr" para ponerse al día en procesos de automatización. Pero "vivir al día es llegar tarde".

Por tanto, en los tiempos que corren una estrategia adaptativa fundamental consiste en echarle imaginación y saltar hacia el futuro, empezando a trabajar sobre aquello que aún no ha sucedido o está en etapas tempranas de un proceso más largo. Ciertamente, esto ya lo hacen algunas organizaciones, pero la inmensa mayoría no, rotundamente. La novedad podría consistir en que esta forma de pensar, saltando hacia el futuro, se generalizara e involucrara a amplios segmentos de población ¿Cómo?

Por ejemplo, creando "grupos/redes de trabajo sobre el futuro" en empresas, administraciones públicas (locales, provinciales, autonómicas o regionales, de ámbito estatal...), asociaciones, ONG, partidos, sindicatos... cuya misión consistiría en informarse y pensar acerca de tendencias y futuros escenarios, además de alimentar el debate y elevar propuestas a los órganos de dirección de las organizaciones.

F. Javier Malagón