Escenarios alternativos

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07 de abril de 2020

Anta la incertidumbre que está provocando la actual crisis del coronavirus las organizaciones deben prepararse para escenarios alternativos a corto, medio y largo plazo. No es sencillo, pero es muy conveniente para sobreponerse a las circunstancias.

Los gestores de administraciones públicas, empresas, ONGs y entidades de diverso tipo estamos muy ocupados haciendo frente a lo inmediato de la mejor manera posible. Sin embargo, cuanto antes se afronte la tarea de imaginar distintos escenarios de futuro con mayor facilidad podremos estar preparados para afrontarlos.

Para ello son claves la imaginación, fundamentada en el análisis racional de los datos y la anticipación, evitando caer en el sesgo "bola de cristal", es decir, manteniendo abiertas distintas posibilidades.

El gobierno de España a través de sus portavoces ha dejado entrever que tiene equipos trabajando en los escenarios alternativos a los que puede conducirnos la pandemia. Desconozco en qué términos pueden estar haciéndolo, pero creo que, grosso modo, pueden suponerse tres escenarios básicos:

- Escenario "optimista" (¿lo que la mayoría deseamos?): la pandemia remite significativamente; la sociedad recupera progresivamente su pulso de actividad normal y se remonta con relativo éxito el deterioro que han sufrido la economía y el empleo. Las adaptaciones y cambios como consecuencia de la experiencia vivida logran acometerse en un clima de relativa estabilidad económica, política y social a medio y largo plazo.

- Escenario "pesimista" (¿lo que la mayoría tememos?): se producen rebrotes de la pandemia que vuelven a poner en jaque al conjunto de la sociedad y colapsa sus instituciones; la crisis sanitaria se complica en extremo con una crisis económica, política y social sin precedentes desde la 2ª Guerra Mundial; cunden el pánico, la desesperación y el conflicto hasta el punto de romper la convivencia democrática y desestructurar gravemente al país.

- Escenario "intermedio" (¿lo que la mayoría esperamos?): la crisis sanitaria se extiende en el tiempo obligando a implantar a medio plazo medidas que restringen la movilidad y las actividades; la crisis económica se agrava, si bien en un clima de frágil consenso político logran adoptarse medidas de rescate social y reactivación de las empresas que atemperan la situación pero que son insuficientes; se producen adaptaciones en la manera de funcionar de las instituciones y de la sociedad en su conjunto, pero las reformas tardan en llegar y crecen las tensiones políticas, sociales y territoriales.

Entre estos escenarios podrían situarse otros de transición, con oscilaciones inciertas en todos los sentidos a lo largo del tiempo.

Tener a la vista una hipótesis de escenarios es el primer paso. Después hay que imaginar:

a) cómo reorganizar los procesos, actividades y recursos que ya existen, de manera que aumenten sus márgenes de adaptabilidad a distintas circunstancias (¿cómo seguiríamos adelante con lo que tenemos si sucede tal situación?); y

b) qué nuevos procesos, actividades y recursos se necesitan para afrontar cada escenario (¿qué necesitamos que no tenemos ahora si sucede tal situación?)

Como es lógico, cualquier gobierno tiene que gestionar prudentemente su comunicación pública para no asustar a la población. Lo peor que se puede hacer es transmitir a la gente que los problemas escapan a su control, aunque esto pueda estar sucediendo en alguna medida. No es un problema sólo de honestidad sino también de responsabilidad, porque cuando el miedo y la conducta desordenada se apoderan de millones de personas los problemas se complican exponencialmente.

Pero esto no debería ser óbice para que las organizaciones políticas, económicas y sociales, y los propios individuos y nuestras familias, reflexionemos sobre cómo afrontar con lucidez los distintos escenarios a los que puede conducir esta crisis. Instalarnos en una idea fija de cómo van a ser las cosas, sea más positiva o negativa según nuestras preferencias, no nos va a ayudar. Improvisar conforme a lo que vaya llegando, tampoco.

F. Javier Malagón

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