10 de abril de 2020
En las democracias es fundamental el papel de los partidos políticos y de las instituciones de gobierno como mediaciones de los intereses de la ciudadanía. Sin embargo, la buena salud democrática depende, además, de que exista una Sociedad Civil fuerte capaz de expresarse y actuar a través de una amplia variedad de organizaciones: medios de comunicación, sindicatos, empresas, asociaciones, ONG, universidades, entidades religiosas, movimientos ciudadanos...
La existencia de un tejido social fuerte, autónomo y diverso tiene especial importancia en épocas de crisis como la que estamos viviendo. Ningún gobierno democrático puede, ni debe, pretender que se pueden resolver todos los problemas y necesidades sólo con los medios del Estado. Es necesario contar con la ciudadanía y sus mediaciones, relativizar diferencias, dialogar, llegar a acuerdos, apoyarse unos a otros y trabajar conjuntamente.
Por su parte, las entidades de la Sociedad Civil deben exigir que se las tenga en cuenta pues, a menudo en aspectos concretos, aportan soluciones de manera más rápida y eficaz que las Administraciones Públicas. En especial no puedo dejar de referirme a las ONG que trabajan en países en desarrollo y en crisis humanitarias, pero también al capital humano, de conocimiento y recursos materiales que existen en empresas y entidades sin ánimo de lucro repartidas por todo el país.
No se trata solo de paliar problemas asistenciales y sanitarios, sino también de enfrentar los desafíos políticos con la participación de la ciudadanía. Frente al espectáculo diario de enfrentamiento que ofrecen los partidos, es necesario que en pueblos y ciudades se eleven nuevas voces que enriquezcan el debate público y que puedan hacerlo, además, con un sentido crítico constructivo dándonos ejemplo a todos los demás.
En especial, me parece importante señalar el papel de las universidades en la imprescindible tarea de co-construir con otros actores nuevos espacios de comunicación, abiertos a la ciudadanía, en los que la reflexión científicamente fundamentada y el diálogo sereno sean posibles y puedan contribuir a que se abra paso transversalmente, en el ámbito político y en el conjunto de la sociedad, la racionalidad y el consenso que estos momentos demandan.
No hay otro camino de salida, cualquier alternativa basada en la imposición de unos intereses sobre otros sólo conducirá a que el desastre se agrave.
Esta entrada se puede leer también en El blog de F. Javier Malagón
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