24 de agosto de 2019
Desde finales de los 70 el neoliberalismo ha venido ejerciendo una gran influencia en las mentalidades de empresarios y directivos. Sin embargo, hoy son cada vez más las voces que, desde el mundo empresarial, reclaman un cambio de perspectiva. Si la tesis principal del neoliberalismo aplicado a la gestión de las empresas puede resumirse en que éstas sólo deben ocuparse de maximizar el valor económico para sus propietarios o accionistas, muchos gestores están de acuerdo ya en la insostenibilidad de esta premisa.
El calentamiento global y los múltiples procesos de crisis y cambio que afectan a la Humanidad (demográficos, políticos, tecnológicos...) exigen a las corporaciones privadas repensar sus funciones y poner delante de los beneficios la responsabilidad de la empresa hacia la sociedad, más allá del simple cumplimiento de las leyes.
Una parte del capitalismo pretende y propone evolucionar de otra manera: "una parte", porque el capitalismo no es "solo de una manera", que evoluciona "en bloque" y en el que no existen tensiones ideológicas entre distintas culturas empresariales. El capitalismo es diverso y contradictorio y su complejidad siempre es un desafío para el pensamiento crítico. En el plano de las ideas la consecuencia de este punto de vista es que el capitalismo, en tanto que sistema sociohistórico, no se apoya "sólo en una ideología"; más aún, su resiliencia puede explicarse en buena medida por su capacidad para sacar partido de las tensiones ideológicas que sus propias dinámicas generan.
Existe un sector empresarial global, vinculado mayoritariamente a la producción de innovaciones tecnológicas de la Sociedad de la Información, que parece reivindicar los compromisos morales con la sociedad del antiguo liberalismo político, desmarcándose en este aspecto del posterior neoliberalismo que enarbolaron intelectuales como Milton Friedman (1912-2006) o políticos como Margaret Thatcher (1925-2013) y Ronald Reagan (1911-2004).
En definitiva, está emergiendo un gran sector empresarial socialmente responsable, sustentado en valores liberales progresistas, e implicado en la transformación educativa de la sociedad, en la sostenibilidad medioambiental, en la mejora de la salud, en la igualdad entre hombres y mujeres, en el respeto a la diversidad sexual y de género, en la inclusión de sectores de población vulnerables, en la promoción de la ciencia, del arte y la cultura. Para abundar en el rechazo del neoliberalismo que surge desde una parte del mundo empresarial moderno recomiendo la lectura del artículo de E. Dans "Friedman, enterrado y pisoteado: redefiniendo la función de la empresa".
Que las empresas se comprometan con la mejora de la sociedad parece, en principio, una buena noticia. Eso es mejor que pensar sólo en cómo hacer dinero sin prestar atención a las consecuencias. Es una buena noticia también porque la velocidad con la que gobiernos y sociedad civil deben dar respuestas a los enormes desafíos que afectan al planeta difícilmente se podrán acometer si no existen fuertes alianzas estratégicas entre el sector público y el sector privado empresarial.
El dinamismo de los mercados ha generado muchos de los problemas a los que ahora hay que hacer frente; pero también ese dinamismo, gobernado con una nueva mentalidad de gestión, se hace ahora necesario para hacer frente a los enormes retos de la Humanidad.
Sin embargo, este camino también puede interpretarse críticamente, y no sin razón, como un proceso que puede conducir hacia la hegemonía de la empresa capitalista socialmente responsable sobre áreas y funciones desempeñadas por otras organizaciones, como las Administraciones Públicas y las entidades sin ánimo de lucro. Un paso más en la colonización empresarial de las instituciones sociales, del tipo que sean.
Este no es un fenómeno totalmente novedoso. Podemos apreciarlo en las sociedades desarrolladas desde los años 80 y 90 del pasado siglo, conforme aumentaba la influencia del neoliberalismo en las políticas públicas en favor de las empresas y en detrimento del papel regulador y protector del Estado. Pero lo que está sucediendo ahora tiene nuevos matices y adquiere una fuerza aún mayor, fruto de cambios de contexto y también del agotamiento de un hegemonía neoliberal que deja tras de sí gravísimos desajustes económicos, sociales y medioambientales.
Por otra parte, la dinámica de innovación tecnológica exige que en algún momento los Estados jueguen su papel cdomo agentes que desde su capacidad de demanda y gasto público puedan contribuir a la amortización de las inversiones y a su rentabilidad. Desde este ángulo, un nuevo keynesianismo tecnológico podría estar en ciernes.
Esta influencia creciente en las esferas pública y social de las grandes corporaciones tecnológicas e innovadoras, y al mismo tiempo con valores postcapitalistas y socialmente responsables ¿Qué consecuencias puede tener para la democracia liberal? ¿Qué efectos, positivos y negativos, puede comportar para la ciudadanía? ¿Estamos ante la aparición de un nuevo tipo de capitalismo? ¿Y de un nuevo tipo de democracia?