El papel de las tecnologías transversales en la disrupción de la vida cotidiana

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Intervención de F. Javier Malagón en el XI Congreso Latina de Comunicación Social

05 de diciembre de 2019

La ponencia "El papel de las tecnologías transversales en la disrupción de la vida cotidiana" fue presentada por F. Javier Malagón el miércoles 4 de diciembre de 2019 en el XI Congreso Internacional Latina de Comunicación Social, celebrado en Santa Cruz (Tenerife), del 2 al 5 de diciembre de 2019. La Mesa en la que se presentó la ponencia llevaba por título "Transformaciones sociales y existenciales mediadas por las tecnologías comunicativas".

La existencia contemporánea de los seres humanos se desenvuelve, mayoritariamente, en hábitats fabricados donde dependemos en alto grado de tecnologías muy diversas para la satisfacción de necesidades, en todas las esferas o ámbitos de la vida cotidiana: en el hogar y en las relaciones familiares, de amistad y vecindad, en los tiempos y espacios laborales y de formación, en las actividades de consumo, ocio, cuidado de la salud, de participación asociativa y política, etc.

En este hábitat tecnológico el teléfono móvil o smartphone es una tecnología que nos acompaña prácticamente las 24 horas del día, todos los días de la semana, siendo escasos los momentos en que lo apagamos o nos distanciamos de él lo suficiente como para no poder utilizarlo.

Otras tecnologías digitales van incorporándose de igual forma a nuestra vida cotidiana, por ejemplo: las pulseras de actividad y los relojes inteligentes. Estos wearables o tecnologías portables tienden, además, a estar conectadas a los smartphones y a adaptar sus aplicaciones, como la posibilidad de recibir y enviar llamadas telefónicas o mensajes de email, entre otras.

Si acudimos a un gimnasio a practicar deporte es posible que, para algunas actividades, no podamos llevar el smartphone encima y tengamos que dejarlo en la taquilla del vestuario. Sin embargo, la captación y transmisión de datos puede estar asegurada a través de una pulsera de actividad o de un reloj inteligente. Pronto veremos que prendas deportivas como camisetas, pantalones o calzado también estarán conectadas.

Conforme se vaya extendiendo la tecnología 5G y el Internet de las Cosas (IoT) nuestro cuerpo estará permanentemente conectado a dispositivos digitales que gestionan información sobre nuestra actividad cotidiana. También, a nuestro alrededor, se desplegarán múltiples objetos sensibles y conectados a Internet que monitorizarán nuestro comportamiento.

De hecho, ya circula un nuevo concepto, la Internet de Todo (IoE, Internet Everything), concepto que amplía la Internet de las Cosas para describir un sistema más complejo que también abarca a las personas y todo tipo de procesos.

De los smartphones y, cada vez más, de las tecnologías digitales portables podemos decir que son tecnologías mediadoras y transversales ¿En qué sentido?

Son tecnologías mediadoras en tanto que establecen un puente bidireccional entre procesos macrosociales y microsociales, ejerciendo una función de ajuste vertical entre la evolución de la vida cotidiana y el cambio de sistemas sociohistóricos de alcance general, como es el capitalismo en nuestra época.

El sentido de la mediación que aquí aplico ha sido desarrollado teóricamente por el profesor Manuel Martín Serrano en su obra titulada La mediación social, publicada por Akal, así como en trabajos posteriores. Es importante aclarar que si, como en este caso, hablamos de mediaciones tecnológicas no nos estamos refiriendo sólo a los aparatos fabricados sino también a las organizaciones, prácticas, representaciones y mentalidades de los que esos aparatos dependen. En tanto que sistema, la mediación tecnológica no es solo un aparato o una máquina, es un sistema de naturaleza social.

La aparición y desarrollo de Internet conlleva el surgimiento de una nueva “economía basada en datos”, siendo el dato el nuevo oro del siglo XXI, como algunos ya lo han denominado. En tanto que tecnologías mediadoras, los smartphones y las tecnologías portables aseguran el flujo constante y masivo de datos que el nuevo capitalismo necesita.

Por otra parte, podemos decir que son tecnologías transversales porque, de manera horizontal, atraviesan todas las esferas de nuestra cotidianidad: la vida doméstica, familiar, laboral, comunitaria, etc., las cuales se distinguen unas de otras por sus componentes, actividades, fines y reglas de interacción (también podríamos decir que la transversalidad es equivalente a una mediación horizontal). El teléfono móvil y sus derivados tienden a estar presentes y a ser, de un modo u otro, utilizados en actividades propias de cada una de estas esferas.

En el aula podemos pedir a nuestros alumnos que utilicen sus dispositivos para hacer una determinada búsqueda en Internet o para responder a una encuesta o a un examen online. Sin embargo, también puede suceder que, en ese espacio, algunos alumnos aprovechen para realizar actividades que no se corresponden con las reglas de interacción de ese contexto como, por ejemplo, chatear por WhatsApp con sus amistades.

Ejemplos de este tipo proliferan en la sociedad: desde la oficina realizamos compras para nuestro hogar; desde el hogar respondemos al último email que hemos recibido de la empresa, en el restaurante, en una comida familiar nos evadimos de la conversación repasando la prensa o viendo el último meme gracioso  que alguien ha lanzado en el grupo de antiguos compañeros de colegio.

La tecnología facilita hasta cierto punto que las distintas esferas de la vida cotidiana se abran más unas a otras y se mezclen entre sí; que, en consecuencia, se alteren como sistemas que son y que en su seno tengan que reformularse las reglas de interacción que han sido funcionales en el pasado, antes de que el smartphone se convirtiera en una prótesis tecnológica de nuestro cuerpo, especialmente vinculada a nuestro sistema nervioso y a nuestro cerebro.

Esta apertura sistémica de las esferas de la vida cotidiana implica una mayor productividad desde el punto de vista de la producción y transmisión de datos, aunque puede no ser funcional a las exigencias tradicionales de productividad de cada esfera en concreto como, por ejemplo, cuando un empleado deja de hacer su trabajo para distraerse con sitios web ajenos a su empleo; o cuando un alumno se distrae en clase visitando sus redes sociales.

Muchos padres se quejan de que los teléfonos móviles son un impedimento para la comunicación familiar. Muchos maestros lamentan su pérdida de influencia educativa en los jóvenes debido a la abundancia de informaciones y estímulos comunicativos que los alumnos reciben y transmiten a través de sus dispositivos móviles. Los médicos se quejan de que crece el número de personas que autogestionan su salud indebidamente haciendo uso de informaciones no contrastadas que obtienen a través de Internet.

Esta realidad contradictoria sugiere una cuestión interesante; la productividad global de la economía de datos crece gracias a que se extrae más productividad del tiempo y del trabajo en las distintas esferas de la vida cotidiana. Pero puede suceder también que ese crecimiento sea compatible con una pérdida parcial de la productividad tradicional específica de cada una de esas esferas. Valgan ambas apreciaciones como hipótesis de futuros estudios.

En la práctica, la disrupción provocada por la omnipresencia del smartphone y sus derivados aparece en muchas, por no decir en todas las esferas de la vida cotidiana, impeliendo a que tenga lugar algún tipo de ajuste, de modo que se reduzca la disonancia entre la manera en que antes se hacían las cosas y cómo hoy tienden a realizarse con la mediación vertical y horizontal (transversalidad) de las nuevas tecnologías.

Ciertamente, pueden aplicarse estrategias conservadoras, como prohibir que los alumnos vayan a clase con dispositivos móviles; o caben también estrategias adaptativas, como que se multipliquen los usos educativos de estos dispositivos en el aula; también pueden aplicarse estrategias transformadoras en el sentido de que llegue a replantearse en profundidad la organización y funcionamiento de los sistemas, como sucede en algunas experiencias educativas o en la conformación de nuevos modelos de negocio.

La estrategia más generalizada parece ser la adaptación configurándose, no sin conflicto y con mayor o menor dificultad según las distintas realidades, nuevas reglas de interacción en las que la tecnología desempeñe un papel relevante, acorde no solo a las pulsiones de los individuos sino también a las necesidades del sistema económico a nivel macrosocial. Sí, siempre cabe la posibilidad teórica de vivir “desconectados”, pero es posible que esto nos impida realizar muchas otras actividades y que conlleve un serio riesgo de exclusión social.

Uno de los aprendizajes que nos socializan consiste en conocer y aplicar las tecnologías que la sociedad pone a nuestro alcance. A su vez, el proceso de personalización depende de que existan aprendizajes que amplíen la autonomía de los sujetos, incrementando sus márgenes de libertad y, en consecuencia, sus posibilidades de decisión.

En esta época, sin embargo, al tiempo que nos socializamos en los usos de tecnologías que potencian nuestras capacidades cognitivas y nos abren a múltiples posibilidades de interacción social, crecen los niveles de dependencia respecto a esas tecnologías y a las organizaciones y procesos que las sustentan.

Nuestra libertad -entendida como la capacidad de elegir- depende, cada vez más, de que entreguemos a los sistemas tecnológicos la capacidad de monitorear e intervenir informacionalmente nuestras vidas con la finalidad de que estos sistemas puedan ajustar nuestras percepciones, necesidades, deseos, decisiones y prácticas sociales a las necesidades de una economía que se alimenta vorazmente de los datos que generamos.

Esta perspectiva no solo nos ayuda a interpretar los cambios que acontecen en nuestra época respecto al papel que desempeñan las tecnologías digitales, sino también para comprender en qué medida cambios tecnológicos anteriores han desempeñado funciones similares, mediadores entre lo macro y lo micro y transversales en tanto que nos acompañan en distintas esferas o ámbitos de la vida cotidiana, reconfigurándolos.

Abordar, por tanto, los usos de las tecnologías desde una perspectiva de mediación y transversalidad nos ofrece un marco epistemológico con el que conocer e interpretar el papel de las tecnologías en la evolución de las sociedades humanas.

F. Javier Malagón